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Estudiantes secundarios de la ciudad de Buenos Aires toman el cielo por asalto frente al pronóstico de nubarrones que anticipa una gran tormenta educativa

 

la toma de la belgrano

(Imagen: TOMA DE LA BELGRANO, pintura de Marcia Schvartz)

 

Ya suman siete las escuelas secundarias de la ciudad de Buenos Aires tomadas por los estudiantes.

El lunes 28 de agosto se conoció la noticia de que las escuelas secundarias Manuel Belgrano (Barracas), Liceo 9 (Belgrano) y Antonio Devoto (Villa Devoto) habían sido tomadas por los estudiantes contra la llamada “secundaria del futuro” que el gobierno de la ciudad de Buenos Aires quiere implementar desde el año próximo. Y al pasar los días se iba sabiendo que más escuelas eran tomadas por sus estudiantes para protestar contra la “escuela del futuro”: primero las escuelas Yrurtia (Parque Avellaneda) y Plumerillo (Pompeya), ayer (1/9) las escuelas Roca y Normal 10 (ambas ubicadas en Belgrano). En cinco días, las escuelas tomadas por estudiantes sumaron siete.

La “secundaria del futuro” capitalista debería llamarse “secundario del pasado” burgués porque desde el vamos barre no sólo con la estabilidad laboral sino con la noción de “salario” de los futuros jóvenes trabajadores: si se llegase a implementar, el quinto año del secundario será un “año formativo” donde el 50% del tiempo escolar deberá estar destinado al trabajo gratuito en empresas; además, los primeros cuatro años del secundario se dividirán en dos ciclos (uno básico y otro orientado) que generarán títulos intermedios de pobre calificación académica. No hace falta ser una persona iluminada para apreciar que, de implementarse esta reforma, el camino que deberán transitar los adolescentes para llegar a la entrada del mundo laboral ultraprecario estará pavimentado.

La reforma educativa implica también un avance sobre la calidad laboral de los trabajadores docentes: sólo el 30% de clase estará a cargo de un docente mientras que el 70% restante estará a cargo de un “facilitador” que, mediante el uso de plataformas digitales y cuadernillos, formará pedagógicamente junto con aquél a los estudiantes secundarios. La sola inclusión de la palabra “facilitador” diferenciada del vocablo “docente” indica que los facilitadores no serán trabajadores docentes (de otra manera no se distinguiría entre “facilitador” y “docente”) y en consecuencia no tendrán los mismos derechos laborales. Así, esta reforma impulsa una nueva fragmentación de los trabajadores e implica una profundización de la precarización laboral.

Los trabajadores de escuelas, ¿no deberían aprender de los estudiantes combativos que están a la vanguardia del movimiento anti “secundaria del futuro”? Con sus debates y acciones, ¿no están los estudiantes dándole lecciones de lucha social a los trabajadores de la educación? ¿No deberían los trabajadores de escuelas estrechar lazos de camaradería de clase para no dejarse flexibilizar y apoyar a los estudiantes en lucha? ¿No deberían profesores, preceptores y no docentes actuar solidariamente unidos? Y una vez unidos como colectivo de trabajadores, ¿no deberían conformar con los estudiantes un sólido bloque contra la reforma “educativa” que pretende imponer el Estado de la ciudad de Buenos Aires?

Mientras, los sindicatos docentes -que ante los canales de televisión y la “opinión pública” se mostraban “combativos” a principios del ciclo lectivo 2017- parecieran hibernar. Es que con seguridad no están de acuerdo con el camino asambleario y de acción directa emprendido por el conjunto de estudiantes de escuelas secundarias de la ciudad de Buenos Aires: “mal ejemplo para los docentes, no sea cosa que los grandes se contagien de los chicxs” deben mascullar los burócratas sindicales. Como si fuese un axioma, se sabe que “todo lo que la burocracia sindical no pueda controlar será ignorado cuando no descalificado”. ¿Deben los docentes esperar alguna orden de “Papá Sindicato” para actuar? ¿No deberían los trabajadores de escuelas autoorganizarse por medio de la Asamblea como ámbito de debate y resolución en cada lugar de trabajo, es decir, en cada escuela, como hacen los estudiantes que prescinden de toda tutela disciplinadora como la que cumple el “Sindicato” respecto de los trabajadores?

No menos importante es el papel que deberían cumplir los padres de estudiantes de escuelas secundarias públicas para que la reforma “antieducativa” no se implemente. Los padres cuyos hijos van a escuelas públicas de la ciudad de Buenos Aires -padres que sufren en carne propia la precarización laboral y muchos ni siquiera porque están desocupados-, ¿no deberían sostener la lucha de lxs pibxs?

 

¡Rodeemos de solidaridad a los estudiantes secundarios!

¡Los obreros ocupan fábricas, los estudiantes escuelas!

¡Unidad entre trabajadores y estudiantes!

¡Asambleas para decidir, acción directa para ganar!

2-9-2017